Se cumplen 10 años del inolvidable ‘milagro del río Hudson’.

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Chesley Sullenberger nunca imaginó que el 15 de enero de 2009 cambiaría su vida en apenas 231 segundos. Reconocido piloto de US Airways, aquel día despegó del aeropuerto de La Guardia, en Nueva York, con destino a Carolina del Norte. Era un día más, frío y soleado, para este avezado comandante. Sin embargo, el Airbus 320 con 155 personas abordo levantó vuelo a las 15.34, sin imaginar minutos después estaría otra vez en tierra… Perdón, en el río.

Después de que el vuelo 1549 despegara, Sullenberger, Sully para su entorno laboral, tuvo que realizar un amerizaje de emergencia sobre las heladas aguas del río Hudson, a la altura de la calle 48 en Manhattan. Una bandada de gansos se «inmolaron» contra los dos motores del avión sin que se pudiera hacer nada por evitarlo. Los motores se devoraron a las aves pero, también, fueron perdiendo fuerza, se detuvieron, y el avión fue perdiendo altura.

El estupor por ver un avión volar a tan baja altura paralizó los corazones de los neoyorquinos, quienes ocho años antes habían sufrido el mayor atentado de la historia, al ser derribadas las torres Gemelas. Nadie supuso otra cosa que no fuera una nueva situación de terror.

El piloto pensó en volver a La Guardia pero sin motores resultaba imposible. «No llegamos, quizás acabemos en el Rio Hudson», se oye la voz de Sully a la torre de control, que hizo caso omiso a esa ¿extravagancia? y volvió a decirle que la pista 13 de La Guardia estaba disponible. «No podemos», fue la respuesta lacónica del comandante. «¿Qué necesita para aterrizar?», fue la pregunta ya nerviosa desde la torre. Silencio. «Está el aeropuerto de Teterboro, en New Jersey, más cercano», llegó otro intento desesperado de la control. «Ok», respondió Sully, quien concentrado en lo que iba a realizar, les informó -escueto- a sus pasajeros: «Prepárense para el impacto».

¿No fue demasiado cruel este mensaje para el pasaje? «No, por protocolo debió hacerlo, porque esas cuatro palabras motivaron a la tripulación a preparar a los pasajeros a agachar la cabeza y agarrarse la nuca, para evitar lesiones importantes», remarca Roberto Casasola, piloto de Austral y especialista en accidentes aeronáuticos. «Es más, Sully tuvo la lucidez para consultarle a su copiloto si se le ocurría alguna otra salida».

Las voces de la torre de control se multiplicaban en el auricular de un piloto que -compenetrado- no respondía. «Haremos lo que diga, ¿qué necesita?», le preguntan. Silencio. «¿La pista 1, la pista 4 de Teterboro? ¿Cuál le gustaría?», insisten mientras el US Airways 1549 estaba a metros del río. «Entraremos al Hudson», se limitó a decir ante la incredulidad reinante otro lado de la comunicación.

Con más de tres décadas de experiencia por los cielos del mundo, Sullenberger tuvo que hacer frente al desafío más importante de su vida. Debió resolver en segundos el destino de 155 vidas. “Yo me daba cuenta de lo que estaba pensando. Sabía que sería la peor situación de emergencia de mi vida. Pero al mismo tiempo nunca pensé que moriría aquel día”, había explicado el piloto texano, hoy de 67 años.

Cerca de las 15.40 -seis minutos después del despegue- de hace exactamente una década, a una velocidad de 240 kilómetros el avión acuatizó en el Hudson con las 155 personas con vida. Sólo cinco sufrieron heridas, pero ninguna de consideración. Desde entonces, lo que supondría una tragedia devino en lo que luego se popularizó como «Milagro en el Hudson».

Tres minutos y 35 segundos después del amerizaje ya había un barco junto al avión. Sully fue el último en abandonar la cabina tras recorrerla dos veces para asegurarse de que no quedaba nadie. El capitán, por su inmensa acción, fue condecorado con la Master’s Medal of Air Pilots and Air Navigators, que definió el hecho como una «auténtica hazaña».

«Sin dudas para mí fue la hazaña más importante de los últimos veinte años en la historia de la aviación. Un evento como éste, en el que un piloto debió decidir en minutos y con la presión ahogándolo, me parece de una espectacularidad mayúscula», refiere Casasola, un admirador de la sapiencia de Sully. «Él fue resolviendo inconvenientes a medida que el problema mayor se agrava».

«Sabíamos que no teníamos tiempo para hacer todo lo que teníamos que hacer, así que tuve que concretarme en las cosas realmente importantes. No tuvimos tiempo para hablar. Sólo tuvimos algo más de tres minutos para tomar una decisión. Y fue la correcta», fue otra de las respuestas de Sully cuando se enfrentó a la prensa.

Su frialdad a la hora de realizar esta proeza no solo evitó la tragedia, sino que lo convirtieron en un héroe y una inspiración en todo el mundo, situación con la que nunca se sintió cómodo, ya que el ex piloto de caza de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, siempre se refirió a «hacer mi trabajo» y a «las exigencias que aparecen cada tanto. Sólo fui un profesional».

En tantas conferencias que dio alrededor del mundo, Chesley Sullenberger se mostró vulnerable y menos frío que al momento de amerizar, y reveló que necesitó tres meses para volver a dormir una noche entera, y otros siete meses para volver a pilotear un avión. «Curiosamente la vida no me resultó sencilla, se me hizo cuesta arriba después de haber atravesado la situación más compleja».

Su historia, contada en el best-seller «Hazaña en el Hudson» motivó al maestro Clint Eastwood a realizar lo que fue «Sully», la maravillosa película protagonizada por Tom Hanks, en la piel de Sullenberger. El director se las ingenió para mostrar el incidente que conocemos pero, a la vez, le adosó una tensión atrapante.

Pero también el film hace foco en un aspecto lateral al que debe hacer frente Sully: la investigación que busca dictaminar si realmente se condujo de manera correcta ante la emergencia. «Cuando me enteré de que se estaba investigando al piloto me indigné, porque sólo él sabe lo que se vivió allá arriba, sólo él fue capaz de amerizar 60 toneladas de hierro… y que se lo estuviera acosando a preguntas como si fuera un delincuente me resultó insultante», señaló Casasola.

La Junta Nacional de Seguridad del Transporte se preguntó si no tuvo tiempo acaso de pegar la vuelta y aterrizar de emergencia en alguna pista cercana. «Porque sí, es cierto, salvó todas las vidas que había abordo, pero ¿quién va a pagar por ese avión de más de 60 millones de dólares?», se pregunta en una escena de la película.

Los investigadores que indagaron los pormenores del accidente pusieron a prueba las alternativas con un simulador de vuelo. Miedos reales versus virtualidad. “Están olvidando el factor humano”, indica Sully a sus desconfiados fiscales, sin alterarse.

Sully fue agasajado por el entonces todavía presidente George Bush y recibido por Barack Obama, quien asumió el 20 de enero de 2009. Y recibió «las llaves de Nueva York» de parte del alcalde Michael Bloomberg. Hoy en día es un piloto retirado, experto en seguridad e investigador de accidentes en Danville.

Por Javier Firpo – Clarín

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