El pionero de las low cost al que sus vuelos le salieron caros.

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Mientras limpiaba el piso en una fábrica aeronáutica de Rochester, Inglaterra, el joven Freddie Laker soñó que un día todo el mundo podría viajar en avión a un precio módico. Unos años después, él mismo fue quien hizo eso realidad: creó el modelo aerocomercial que hoy se conoce como low cost , tuvo un éxito arrollador y se convirtió en el «rey de los cielos». Pero, a principios de los ochenta, su gran creación se vino a pique.

Frederick Alfred Laker, tal su nombre completo, había nacido el 6 de agosto de 1922, en Kanterbury, Kent, en el sur de Inglaterra. Cuando tenía solo cinco años, su padre, un marino mercante, abandonó el hogar y dejó a toda la familia en un gran aprieto económico (Freddie nunca lo perdonó y, años después, cuando éste se acercó para pedirle dinero, se lo negó y lo echó del lugar).

Cuando era un escolar en la escuela Simon Langton, escribió el diario británico The Guardian , estableció su personalidad: una descarada confianza en sí mismo a pesar del bajo rendimiento académico, la voluntad de trabajar las 24 horas del día en todo lo que le interesaba y la capacidad. «Mostró muy temprano su aptitud para los negocios, dirigiendo la tienda de artículos escolares con ganancias», expresó esa publicación.

Una día paseaba cerca de la catedral de Canterbury, cuando de repente vio la aeronave alemana Hindenburg y un biplano Handley Page que sobrevolaban sobre su cabeza. Quedó impactado por esa imagen, se dijo que cualquier cosa que hiciera en la vida tendría que ver con aviones, y a los 14 años hizo un vuelo en un Avro 504K que visitaba la ciudad como parte de un circo aéreo.

Según el diario El País , de España, sus profesores siempre contaron que ya desde niño Freddy ambicionaba ser millonario. «Al terminar la secundaria, emprendió la carrera hacia la cima desde el más bajo escalafón profesional: limpiando suelos en una fábrica aeronáutica en Rochester, a pocos kilómetros de su ciudad natal», se relata en una nota publicada unos días después de su muerte, ocurrida el 9 de febrero de 2006.

Más tarde, sirvió en la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial (se convirtió en piloto calificado y transportó aviones).No fue a la universidad, pero cursó estudios de ingeniería aeronáutica y desde muy joven mostró las características típicas de un emprendedor. Siempre tuvo muy en claro que lo suyo eran los negocios.

Hizo su primera pequeña fortuna durante el bloqueo de Berlín. En ese entonces era dueño de una compañía que fletaba aviones, por lo que la necesidad de transportar alimentos todos los días a esta ciudad alemana hizo que sus servicios fueran usados a diario durante casi dos años.

The Guardian recuerda así esa etapa de Laker: «Un amigo le prestó 38.000 libras, que sumó a sus propias 4000 libras, para comprar una docena de bombarderos Halifax que habían sido convertidos para carga. «Cuando los rusos bloquearon Berlín, Laker hizo volar sus propios Halifax convertidos dentro y fuera de la ciudad, un negocio que le permitió acumular unas 400.000 libras», expresa el diario británico.

Pero su iniciativa no se agotaría allí. Más tarde, en 1954, creó una aerolínea que transportaba pasajeros con sus vehículos por el espacio aéreo sobre el Canal de la Mancha. «Organizaba el transporte en avión de automóviles desde Inglaterra hasta Calais, en la costa francesa», se destaca en El País .

Emprendedor y carismático, fue gerente de British United Airways, desde 1961 hasta 1966. Al dejar ese cargo empezó a delinear una idea que revolucionaría el mundo de la aviación aerocomercial, hasta entonces dominado por las grandes compañías: un nuevo esquema que permitiría volar a bajo costo.

Hasta ese momento, solo las clases pudientes accedían a viajar en avión, pero de la mano de Freddie Laker eso empezaría a cambiar: fundó su primera empresa comercial de aviación, Laker Airways, bajo un modelo de precios modestos, sin reservas anticipadas y con mínimos lujos a bordo. Es más, el que quería comida debía pagar aparte.

Aunque aún no se las conocía así y pasarían años antes de que irrumpieran en el mercado Ryan Air, Easy Jet o WizzAir, entre otras, Laker se había convertido en el pionero de las low cost . Fernando Dozo, especialista en el sector aerocomercial, lo pinta de cuerpo entero: «Fue un adelantado a su época, un precursor que contribuyó a hacer más accesible el transporte aéreo y el turismo para sectores de la población que no accedían a él. Sorprendió a todos con su aparición y sus ofertas disruptivas».

Laker convenció a los operadores turísticos para que fletaran sus aviones todo el año, lo que permitía bajar los precios en invierno cuando la demanda era más baja. La demanda explotó y todo el mundo quería volar con Laker. «Vendíamos viajes al Mediterráneo para un fin de semana por 10 libras esterlinas con desayuno y alojamiento incluido», relata John Jones, exdirector de ventas de la compañía en un documental de Biography Channel sobre la vida de Laker.

Este éxito cosechado en Europa, hizo que Freddie pusiera su mira en una ruta más larga y ambiciosa. En 1973 solicitó una licencia en Inglaterra para operar vuelos transatlánticos con su subsidiaria Skytrain. Cuatro años más tarde, y después de superar obstáculos legales y administrativos, sus aviones empezaron a cubrir la ruta Londres-Nueva York a un precio medio de 100 dólares el billete.

En cinco años de operación, Skytrain trasladó tres millones de pasajeros con una flota de 20 aviones. El éxito fue arrollador. Dicen que, obsesionado por bajar costos, hacía esparcir cera en la parte exterior de los aviones, para oponer menor resistencia al aire y ahorrar combustible. Sin los costos fijos de las grandes aerolíneas y un énfasis sobre una experiencia de vuelo, era capaz de vender billetes que costaban una cuarta parte del precio del resto de las compañías.

Él mismo era la imagen de la marca y solía pasearse por los pasillos en pleno vuelo para compartir una copa de champagne con los pasajeros . Richard Branson, el dueño de la aerolínea Virgin, contó en una entrevista con The Good Entrepeneur que una vez que le pidió consejo a Laker, éste le dijo: «Nunca tendrás el presupuesto publicitario de British Airways. Vas a tener que utilizarte a ti mismo. Hacer el ridículo. Si no lo haces, no sobrevivirás».

Era un showman con don de gente, pero sobre todo, un emprendedor exitoso: llegó a cobrar tal relevancia que, en 1978, la mismísima reina Isabel II lo nombró caballero. Al mismo tiempo, las oficinas de venta de pasajes, situadas en Victoria Station acumulaban colas kilométricas para hacerse con un boleto y para 1980 una de cada cinco personas que cruzaban el Atlántico lo hacía en uno de sus aviones

Aquel niño abandonado por su padre a los cinco años era ahora un exitoso empresario, era considerado un magnate de los cielos y era reconocido como el hombre que había cambiado la aviación comercial. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero… siempre hay un «pincelazo» que lo arruina todo.

De pronto, el negocio de Laker Airways empezó a irse a pique. Una de las razones fue que a las grandes compañías que operaban vuelos entre Inglaterra y los Estados Unidos no les gustaba nada la competencia low cost de Freddie, por lo que a principios de los ochenta se unieron todas en su contra y bajaron los precios aún a costa de tener pérdidas, algo que no les estaba permitido por ley.

A eso, se sumó que Laker había programado demasiados vuelos a destinos que también le daban pérdida, justo cuando su país entraba en una crisis económica. Dozo sintentiza así la mezcla de factores que aceleraron su debacle. «Excesiva expansión y adquisición de aeronaves en dólares, mientras caía su facturación en libras devaluadas. A eso se sumaron trabas burocráticas por parte de autoridades británicas y estadounidenses», señala el especialista.

En definitiva, le faltó respaldo financiero para sostenerse en la pelea final contra las empresas tradicionales. Necesitaba 250 millones de libras para seguir funcionando, pero, por presión de las grandes aerolíneas y de la propia Margaret Tatcher (primer Ministro de Gran Bretaña, por ese entonces), todos le dieron la espalda, hasta que finalmente su aerolínea quebró en 1982 y se convirtió el mayor fracaso corporativo de Gran Bretaña.

Puede que allí haya terminado su propia aventura aerocomercial, pero no su legado, porque, tal como subraya Dozo, nada fue igual después de Laker. Aquel joven que un día miró el cielo y se dijo que haría algo con los aviones, logró que la gente conociera un nuevo concepto y que volar ya nunca fuera lo mismo: la presión del público obligó años después a expandir la desregulación de tarifas y servicios, lo que dio lugar a la aparición de las low cost , la ampliación del mercado chárter y de los operadores mayoristas.

Por: Carlos Manzoni – La Nación

Foto: facebook @sirfreddielakerhistoricalsociety

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