El copiloto que estrelló el avión de Germanwings estaba muy endeudado.
En el cementerio de Montabaur, dos policías vigilan día y noche. Una sencilla cruz de madera identifica una de las tumbas con una sola palabra, ‘Andy’, y una sola fecha, ‘2015’. En ese rincón yacen los restos del copiloto de Germanwings que hace casi cuatro meses estrelló un avión con 150 personas contra una pared de roca en los Alpes franceses.
Mientras la compañía Lufthansa deja llegar el verano para sentarse a negociar las indemnizaciones a las familias de las víctimas, la Fiscalía sigue trabajando en el caso. Lo último que ha descubierto es que Andreas Lubitz, el copiloto de 27 años que había visitado docenas de médicos por su cuenta y que al parecer había conseguido burlar los controles de su empresa, estaba en quiebra. En un Tribunal del distrito de Montabaur, en Renania-Palatinado, los agentes han encontrado un proceso de insolvencia a su nombre.
El documento, expediente número 14 IN 133/15, demuestra que Lubitz estaba altamente endeudado. No queda claro qué parte de los 70.000 euros que había costado su formación como piloto no había pagado todavía a fecha de su muerte, pero sí es seguro que a partir de este momento, todas las pertenencias personales de Lubitz pasan a manos de sus acreedores y no a las de sus herederos, que quedan así liberados de la deuda. Entre sus pertenencias podría haber material probatorio relevante para la investigación y para un millonario juicio de compensaciones.
«Los mejores momentos de la vida son cortos, pero los recuerdos permanecen para siempre y dejan huella en nuestra vida», dice la inscripción junto a un corazón formado por rosas rojas ya algo mustias junto a su tumba. Sus padre y su novia, los únicos que la visitan, siguen escondiéndose de la prensa y sometidos a un alto nivel de ostracismo.
«Me hubiese gustado que me consultaran», se queja una viuda de 93 años cuyo marido está enterrado en la tumba contigua, «naturalmente, entiendo la situación de los padres, pero me hubiese gustado que me pidiesen mi opinión sobre si deseaba que fuera enterrado tan cerca de mi marido y haber podido reflexionar un poco sobre el asunto».
Estos cuatro meses de trabajo intenso de la Fiscalía han servido para constatar que Lubitz tenía problemas de la vista y temía quedar ciego. Algunos médicos que él mismo consultó pensaban que no estaba en condiciones de volar pero no lo informaron a la aerolínea debido a las leyes alemanas sobre la confidencialidad de los pacientes.
Si sus problemas de vista hubiesen sido descubiertos por Lufthansa, él no habría podido seguir pilotando y no habría tenido medios para pagar su deuda, pero seguramente se habrían salvado muchas vidas. Los informes médicos prueban también que Lubitz era psicológicamente inestable y parece seguro que la incertidumbre sobre su futuro fueron la gota que colmó el vaso.
El abogado alemán Peter Kortas, cuya firma representa a los familiares de 34 víctimas, ha confirmado que las negociaciones con Germanwings acerca de la compensación comenzaron a principios de junio.
«La pérdida de los familiares debe ser compensada con una adecuada suma de dinero», agregó. «Hay dos puntos en estas negociaciones: primero las pérdidas materiales y segundo la compensación por el padecimiento». Pero la clave del juicio, si es que el asunto llega a los tribunales por falta de acuerdo, será el grado de responsabilidad de la compañía por no haber cumplido con su obligación de cerciorarse sobre la salud física y psicológica del copiloto.
Fuente: http://www.elmundo.es/
Líder en noticias de aviación