Alemania se plantea limitar el número de vuelos por ciudadano.
El diputado verde Dieter Janecek es quien ha propuesto una ley que prohíba a los alemanes volar internacionalmente más de tres veces al año, contando cada uno vuelos el de ida y el de vuelta. Cada ciudadano dispondría de tres certificados, de manera que quien deba superar ese límite, podría comprar dichos certificados a aquellos ciudadanos que no vuele n o que vuelen menos. El objetivo sería reducir el nivel de emisiones de gases contaminantes y generaría un mercado de derechos de vuelo similar al mercado de emisiones que existe ya entre los países comprometidos con la protección del clima. Pero el efecto real más palpable sería que el transporte aéreo, que había alcanzado su definitiva democratización a principios del siglo XXI gracias a las empresas low cost, volvería a quedar reservado para una élite, solo aquellos que pudiesen pagar los vuelos encarecidos por la menor demanda junto a los bonos necesarios para ello.
De momento, lo único que ha logrado Janecek es un catálogo de airadas reacciones desde el resto de los partidos políticos y también desde el popular diario Bild, que ha titulado: «Los Verdes nos quieren quitar las vacaciones en Mallorca». Aun así conviene anotar que las propuestas verdes gozan de creciente aceptación en Alemania y que en las encuestas son ya el segundo partido más votado, con el 20%, después de la CDU de Merkel. En algunos sondeos alcanzan incluso el primer lugar.
Esta idea viene inscrita en una tendencia que nace en los países nórdicos y que se está extendiendo con rapidez en Alemania. En Suecia ha nacido la campaña «Flight-free 2019», iniciada por Maja Rosen y Lotta Hammar, a la que ya se han adherido unas 7.800 personas a través de Facebook y otras 1.000 a través de su web westayontheground.org. Los participantes hacen voto de no viajar en avión durante todo el año y están convencidos de que si llegan a 100.000 habrán logrado un cambio significativo en las emisiones, dato que rebaten fuentes científicas. Otro caso sonado de repulsa al transporte aéreo lo protagoniza la Orquesta Sinfónica de Helsingborg, una de las más importantes de Suecia, que ha tomado la decisión de vetar a partir de 2020 a todos los directores visitantes o solistas que lleguen al país en avión, dando paso a lo que ha sido anunciado como la «primera temporada de orquesta sostenible del mundo».
Christoph Bals, director político de la organización independiente Germanwatch, destaca que «volar es de lejos la forma de viajar más perjudicial para el clima, por lo tanto tiene mucho sentido plantearse si es verdaderamente necesario cada viaje en avión». Según la Agencia Alemana para el Medio Ambiente, un vuelo de ida y vuelta de Alemania a Maldivas genera por persona un impacto climáticode más de cinco toneladas de dióxido de carbono. Por una emisiónequivalente se puede viajar 30.000 kilómetros en un coche mediano. Estos son los mismos argumentos que llevan al partido alemán radical de izquierda Die Linke a defender la nacionalización de las aerolíneas.
Bernd Riexinger, líder de Die Linke, ha propuesto la expropiación de las aerolíneas y la propiedad estatal del transporte aéreo para evitar que viajar sea «irresponsablemente barato» y vaya en detrimento de los empleados y del clima. Riexinger Incide en que una industria con unas «consecuencias sociales tan dramáticas» no puede estar desregularizada y regirse solo por el mercado. «Las aerolíneas deben estar en manos del gobierno, al igual que la industria energética o el ferrocarril», reclama.
Riexinger enfatiza además que el «capitalismo es incompatible con la protección del medioambiente», argumentando que cien empresas son responsables del 71% de las emisiones de CO2 en todo el mundo.
«Yo he votado a Los Verdes y creo que lo haré de nuevo en las próximas elecciones», confiesa Mathilda, a punto de subir a un avión en el berlinés aeropuerto de Tegel con destino a Mallorca, «pero esto me parece una exageración». Mathilda estaría de acuerdo, sin embargo, en que se exigiera una tasa de impuestos extraordinaria a las aerolíneas por tratarse de un negocio en especial contaminante, a pesar de que esa medida repercutiese finalmente en el precio de los billetes y en la capacidad de los consumidores de seguir volando. “Pagar un poco más porque estás contaminando lo considero justo, pero no llevar las cosas al extremo de terminar con actividades que forman parte de nuestro estilo de vida”, dice.
La mayoría de los ciudadanos de Alemania, por otra parte, apoya la propuesta del primer ministro de Baviera, el conservador Markus Soder, de fijar la protección del clima como tarea del Estado en la Constitución, de acuerdo con una encuesta del instituto de opinión YouGov. El 58% de los encuestados ha declarado que la idea le parece «buena» e incluso «muy buena», mientras que el 11% ha señalado que era «mala» o «muy mala». Entre los jóvenes de 18 a 24 años, la aprobación fue aún mayor, con el 79% a favor.
Por Rosalía Sánchez – ABC
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