Batalla de historiadores y arqueólogos contra el nuevo aeropuerto cerca de Machu Picchu.
En pie de guerra. Arqueólogos, historiadores y otros especialistas y sectores sociales se han alzado contra la prevista construcción de un nuevo aeropuerto internacional en la localidad de Chinchero, al sureste de Perú, y a menos de 30 kilómetros de distancia de las ruinas incas de Machu Picchu, lugar declarado patrimonio de la humanidad.
Los expertos juzgan que el nuevo aeródromo –ideado para favorecer la afluencia de turismo– constituye una grave amenaza para la conservación de uno de los conjuntos patrimoniales más importantes del mundo, hasta el punto de que creen que podría provocar un daño irreparable en la zona.
“Un aeropuerto en Chinchero tendría una serie de impactos negativos sobre uno de los paisajes culturales más importantes de Perú”, declara a este diario Natalia Majluf, historiadora del arte y coordinadora de la campaña contra la construcción del aeropuerto (que ya ha recogido más de 70.000 firmas).
Esta especialista sostiene que el proyecto en su conjunto desfiguraría el llamado Valle Sagrado de los Incas, debido al deterioro que ocasionaría la propia infraestructura aeroportuaria, el aumento del tráfico y la consiguiente construcción de nuevos complejos comerciales, entre otros elementos.
La consecuencia sería una onda expansiva de impactos, la mayor parte de los cuales serían irreversibles, según enfatiza la experta.
“Los aviones sobrevolarán a alturas de apenas 600 metros sobre lugares emblemáticos como Maras, Moray u Ollantaytambo (parque arqueológico en la ruta hacia Machu Picchu)”, explica Majluf. La zona se verá, pues, afectada por el ruido de estos vuelos.
La historiadora teme también la hiperfrecuentación de la zona, cuyo número de visitantes supera ya las recomendaciones de la Unesco. En el 2018, este recinto arqueológico atrajo a más de 1,5 millones de personas, el doble del límite establecido. Esta cifra obligó a restringir el número de entradas y a limitar las visitas. Ahora, con las nuevas instalaciones, las autoridades esperan que Machu Picchu acoja hasta 6 millones de viajeros al año.
“Lo peor es que no hay indicios de que las autoridades vayan a poder controlar, como no lo han podido hacer hasta ahora, los desarrollos urbanos informales e ilegales que inevitablemente surgirán en el entorno del aeropuerto”, mantiene al respecto. Sin embargo, el plan sigue adelante. En enero, las máquinas excavadoras comenzaron a mover cientos de toneladas de tierra para nivelar los terrenos, y el pasado 28 de julio el presidente del país, Martín Vizcarra, aseguró que las obras empezarían el próximo año. El mandatario ha desoído, pues, las protestas de 200 expertos, que le enviaron una carta a principios de este año para que reconsiderase el proyecto.
La misiva alertó de que las obras son una amenaza para las fuentes de suministro de agua, en una zona en la que ya hay familias sin agua corriente las 24 horas del día. Preocupa que la construcción agote los recursos de la cuenca del lago Piuray, principal abastecimiento de agua potable en Cuzco. Aunque Vizcarra declaró que la construcción respetaría “el legado arqueológico, natural, histórico y cultural de Cuzco, así como las fuentes de agua de las que disponen los cuzqueños”, el proyecto aún no cuenta con la luz verde del Ministerio de Cultura.
Los especialistas también han encontrado carencias técnicas y aeronáuticas (dificultades para las operaciones aéreas en la zona), la ausencia de estudios sobre condiciones meteorológicas y el estado de los suelos.
Por La Vanguardia
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