Cambio climático: la aviación choca contra sus propios malos humos.
El avión es el transporte de elección en largas distancias (y no tan largas). En la Unión Europea, el número de pasajeros aéreos ha aumentado un 50% desde el año 2005, según la Agencia Europea del Medioambiente.
El crecimiento no se atura y se da escala mundial: la Asociación Internacional de la Aviación (IATA) pronostica que los números de pasajeros se doblarán a 8.200 millones al año para el 2037. Sin embargo, estas predicciones podrían torcerse por la popularidad que están cogiendo iniciativas que buscan alternativas al avión por motivos medioambientales. El principal motivo: el tráfico aéreo contribuye al 2% al total de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Vergüenza de volar o flygskam es el nuevo término acuñado en Suecia para denominar al creciente movimiento que urge a los pasajeros a no volar y a elegir otros medios. La activista sueca Greta Thunberg, de 16 años, es la cara más conocida del movimiento. Thunberg realizó un viaje de 32 horas en tren para acudir al Foro Económico Mundial de Davos, el pasado enero.
En el aeropuerto de Barcelona (España), una treintena de activistas de la red Stay Grounded (Quédate en tierra) hicieron una sentada en la T-1 contra la ampliación de esta infraestructura porque consideran que el incremento de vuelos aumentará la contaminación acústica y del aire. Esto fue a medianos de julio.
También la Unión Europea quiere poner cartas en el asunto. El regulador europeo de seguridad aérea planea clasificar las aeronaves según las emisiones de carbono y la contaminación. Para ello ha empezado a trabajar en un sistema de etiquetado similar al que se usa para evaluar la eficiencia de los electrodomésticos.
La medida está encaminada a satisfacer las solicitudes de algunos pasajeros, que solicitan mayor información sobre el impacto ambiental de los vuelos. Andrew Murphy, portavoz de la oenegé europea Transport and Environment, denuncia que Bruselas ha hecho muy poco al respeto hasta ahora: “Europa ha aprobado muy poca legislación para remediarlo y los estados miembros no lo han hecho mejor”.
El sector del transporte aéreo es consciente de los nubarrones que se le vienen encima. La IATA, que agrupa a las empresas americanas y europeas de la industria aeronáutica, la defensa y el espacio, asegura que la industria está comprometida con neutralizar sus emisiones a partir del 2020 para reducirlas en el 2050 al nivel del 2005, todo un reto teniendo en cuenta el crecimiento del tráfico previsto en los próximos años.
“Nada de lo que están haciendo es suficiente para remediar esta situación. Las mejoras en eficiencia de las nuevas aeronaves se están viendo sobrepasadas por el aumento en el número de pasajeros, así que cada año las emisiones continúan creciendo. Hay nuevos combustibles en escena, pero las aerolíneas no los usarán a no ser que se vean obligadas, porque son más caros que el convencional”, advierte Murphy.
Por Lorena Farrás – La Vanguardía
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