Los misterios del trágico vuelo 203 de Avianca.

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El pasado 27 de noviembre se cumplieron treinta años de uno de los hechos más recordados en la historia contemporánea de Colombia, pero también con menos explicaciones convincentes. Tres minutos y 19 segundos después de despegar del aeropuerto El Dorado de Bogotá rumbo a Cali, el Boeing 727 de Avianca de matrícula HK 1803 estalló en el aire con 101 pasajeros y seis tripulantes. Ninguno sobrevivió. Desde entonces, se ha escrito mucho sobre el tema, pero solo hay una conclusión: el fracaso de la justicia para aclarar lo que sucedió ese lunes.

A propósito de los treinta años del suceso, las familias de quienes perdieron la vida, reunidas en la Fundación Colombia con Memoria, convencidas de que “los avances en materia de verdad, justicia y reparación han sido prácticamente nulos”, decidió aportar sus propias conclusiones. Por eso preparan un informe titulado “Narcotráfico y narcoterrorismo en el marco del conflicto armado en Colombia: una mirada desde el caso del atentado al avión de Avianca”, a través del cual ratifican su convicción de que se trató de un atentado terrorista, que ahora requiere suficientes precisiones.

Su propósito es que la Comisión de la Verdad evalúe el caso con los contextos de rigor, y que el documento permita una mayor comprensión del fenómeno del narcotráfico en Colombia y sus incidencias en el conflicto armado. Las familias tienen claro que la Comisión no está pensada para esclarecer cada uno de los casos de violaciones a los derechos humanos perpetradas en los últimos tiempos, pero sí busca un mayor debate sobre un oscuro episodio sin suficientes respuestas y, en cambio, muchos interrogantes sobre las actuaciones del Estado, el paramilitarismo y el narcotráfico.

Una controversia que se justifica a partir de otra certeza: en 2009, la justicia catalogó el hecho como un crimen de lesa humanidad; por tanto, imprescriptible, pero van diez años sin que la Fiscalía aporte un hallazgo. Y mientras el ente investigador sigue en deuda con la verdad y la historia, continúan apareciendo investigaciones que agregan nuevas interpretaciones o relatos sobre lo que realmente sucedió. La última está contenida en el libro Vuelo 203, revelaciones de un misterio, del periodista Felipe Romero Madriñán, que recobró el suceso para aportar una nueva evaluación de lo sucedido.

Con amplia reportería entre familiares de las víctimas y autoridades de la época, así como abundante documentación judicial sobre el caso del avión de Avianca, Felipe Romero optó por investigar todo lo que se concluyó o dejó decirse. El libro reconstruye lo que aconteció en varios hogares de Bogotá y Cali durante las horas previas y posteriores al hecho, y aporta testimonios inéditos de personas que vieron la explosión de la aeronave, o estuvieron en el cerro Canoas, cerca a Soacha (Cundinamarca), donde quedaron desperdigados los restos del aparato y las víctimas.

En medio de la minuciosa pesquisa, el texto aporta una historia paralela que apenas sale a la luz. El propietario de un bufete de abogados contactó a Federico Arellano, hijo del tenor Gerardo Arellano, quien perdió la vida en el vuelo 203, para contarle que, en noviembre de 1989, un hombre que le suministraba los tiquetes aéreos al bufete le contó que su nieto prestaba entonces su servicio militar, y que el 27 de noviembre llegó a su casa afectado porque, supuestamente, durante unos ejercicios en la industria militar se les había disparado por error un misil que impactó al avión de Avianca.

El periodista Felipe Romero le siguió la pista a esta desconocida versión, y en su libro detalla lo que sucedió cuando la Fiscalía decidió explorar esta hipótesis, lo que declaró el exmilitar, las dudas que quedaron sobre su testimonio y los aportes de terceros a la justicia para aclarar el caso. Más allá de que pueda sonar como una interpretación disparatada, lo claro es que no fue un capítulo desechado por la justicia; por el contrario, hace parte del cúmulo de versiones que dejó el suceso y que trascienden las simples declaraciones de los sicarios del cartel de Medellín.

El autor recoge las versiones de Carlos Mario Alzate, alias El Arete; John Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, del propio Pablo Escobar y del jefe paramilitar Carlos Castaño Gil para destacar que en todas prevaleció el afán por reivindicarse el hecho en la sumatoria de cargos para negociar con la justicia, sin que sus relatos fueran coincidentes. También se incluye la declaración del expresidente César Gaviria, quien deja claro que siempre voló en aeronaves privadas, con lo cual pierde fuerza la versión de que el atentado buscaba acabar con la vida del entonces candidato presidencial.

El trabajo de Felipe Romero, también autor de los libros El cartel de la contratación (2013) y Gette, la herencia maldita (2016), incluye las dudas que también quedaron sobre la rápida conclusión a la que llegaron las autoridades colombianas en 1989, inducidas por Richard Hahn, agente del FBI, quien fue el primero en señalar que existían pruebas inequívocas de que la causa de la explosión del avión de Avianca había sido un atentado terrorista. El texto recuerda que, a mediados de los años 90, estalló un escándalo por manejo irregular de pruebas en el FBI, incluyendo este caso.

En noviembre de 2016, los periodistas de este diario Pablo Correa y Sergio Silva, en colaboración con el abogado Thomas Hoffman, escribieron la serie “La historia que nunca nos contaron”, que detalló no solo la información desconocida sobre las inconsistencias del FBI respecto al caso del avión de Avianca, sino todas las dudas en el manejo de los procesos judiciales tanto en Colombia como en Estados Unidos, sin desechar la hipótesis del atentado terrorista, pero aportando un entorno desconocido que rodeó todo el episodio, con los intereses de la justicia para mostrar resultados.

En su libro, Felipe Romero aborda esta perspectiva y la ubica en la atmósfera crítica que imperaba a finales de 1989, para aportar su análisis de lo que sucedió en un momento en que el narcoterrorismo golpeaba de manera inclemente a Colombia. Además, con los testimonios de quienes conocieron de cerca la evolución del expediente y, sobre todo, de quienes estuvieron en el cerro Canoas y constataron cómo se dio el saqueo a los bienes de las víctimas, al punto de que uno de los consultados muestra un reloj Rolex que recogió de la zona del desastre y aún conserva.

Como afirma el autor, su libro Vuelo 203 no pretende sustituir a la justicia ni aportar la versión definitiva de lo que pasó, sino resaltar las contradicciones que quedaron e insistir en que todavía es pertinente seguir investigando. De alguna manera es lo mismo que plantean, desde orillas diferentes, los familiares de las víctimas en su intención de que la Comisión de la Verdad examine en contexto el caso y la investigación de los periodistas de El Espectador, para que también sean evaluados otros entornos que no fueron tenidos en cuenta hace tres décadas, pero siguen dejando interrogantes.

Por El Espectador

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