Los secretos de las cajas negras de los aviones.
Lamentablemente se ha leído (y oído) demasiadas veces de las famosas cajas negras de los aviones. Cada vez que ocurre una catástrofe aeronáutica se las buscan intensamente hasta encontrarlas, ya que están confeccionadas de un material muy resistente que, generalmente, resulta intacto, y contiene datos que pueden ayudar a determinar la causa del accidente.
Pero las cajas negras esconden varios secretos. Para empezar, no son negras ni son cajas. En realidad, son dos dispositivos: CVR (Cabin Voice Recorder) que recoge las conversaciones de la tripulación y los sonidos procedentes de la cabina, y FDR (Flight Data Recorder) que anota los datos del vuelo.
Precisamente esa es su función, la de almacenar datos que, en caso de un accidente, permitan saber lo ocurrido en los momentos previos para establecer, luego, las causas.
Y su importancia, llegado el caso, es vital: gracias a las cajas negras se puede saber qué falló en cerca del 90% de los accidentes aéreos.
Cómo se crearon las cajas negras de los aviones
El primer prototipo fue diseñado por un ingeniero francés llamado François Hussenot en el año 1939. Se trataba de una caja rudimentaria hecha con film fotográfico calibrada con espejos.
Los sensores de a bordo lanzaban flashes en el film fotográfico y así se registraba el historial del vuelo. Hussenot, irónicamente, murió en un accidente aéreo en 1951.
Sin embargo, la caja negra propiamente dicha es obra del científico australiano David Warren, que inventó una grabadora de voz para que registrara lo que ocurría en la cabina. Lo hizo mientras investigaba, en 1953, las causas por las que los Havilland Comet (los primeros aviones comerciales impulsados por turbinas) se estrellaban.
Como curiosidad, Warren perdió a su padre en un accidente de avión, en 1934, cuando se dirigía a Sydney, mientras que él, su madre y sus hermanos hacían el mismo trayecto en barco.
No son negras ni son cajas
Aunque se les llame así, las «cajas negras» no son negras, sino que normalmente están pintadas de rojo, naranja o amarillo, y son fluorescentes para poder localizarlas fácilmente. La pregunta resulta inevitable: ¿por qué se les llama así, entonces?
El motivo no está muy claro. Una explicación podría ser porque el dispositivo funcionaba en sus inicios como una cámara, y por eso su interior tenía que ser negro para evitar que entrara la luz.
Otra hipótesis es la que al ser una grabadora diseñada con cinta magnética física, debía estar dentro de una caja de metal fuerte que, normalmente, se pintaba de negro (de fábrica) para protegerla y evitar la oxidación.
Otra teoría dice que todo queda carbonizado después de un accidente, por lo que se pintaron de negro para evitar la reflexión, o bien se trata simplemente de una palabra que se utiliza en ciencia para nombrar aquellos dispositivos con entrada y salida de datos con un complejo funcionamiento interno, tal y como se mención en una entrevista a Warren hecha en 1958.
Hay una certeza en todo esto: apenas comenzaron a utilizarse eran negras, pero que se modificó su color para que fueran más visibles.
¿Y su forma? Las «cajas negras» no son cajas, sino que el dispositivo puede tener una estructura de esfera, cilindro y cúpula, siempre y cuando no sea demasiado pequeña de encontrar entre los escombros del avión.
El futuro de las cajas negras
Los actuales dispositivos soportan 1.100 grados centígrados en un tiempo máximo de 30 minutos, y además pueden permanecer 36 horas inmersos en cualquier elemento líquido sin sufrir ningún tipo de desperfecto.
Lo que resulta difícil, claro, es encontrarlos en caso de accidente, por lo que en la actualidad hay fabricantes que buscan desarrollar nuevos instrumentos de medición.
Hay algunos ejemplos, como la caja negra de Honeywell y Curtiss-Wright, que almacenará los datos en tiempo real para guardarlos en servidores externos a través de una conexión por satélite. Una información que sería accesible en cualquier momento.
Por La Vanguardia – Clarín
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